La muerte del dios de la cultura

EL DIOS DE LA CULTURA EN COALCOMAN.

Señor ¿cuándo es el día del halowin?, me preguntó una niña que se encontraba en un changarro. Esperé unos instantes para dar una respuesta bien hecha, segundos que aprovechó un parroquiano para decirle: “mira niña, en Coalcomán, no sabemos de eso, aquí nos han enseñado a pedir el mono”.

Le dije a la niña que me acompañara a hacer un recorrido por el presente y el futuro de la cultura coalcomanense. A ella le pareció interesante y nos trasladamos a las pasadas, “¡qué bonito!, el cuadro, el caliente, la burrita, el pino sobre la calle y las multitudes” me dijo mi pequeña acompañante.

Después nos fuimos a al curato un 14 de septiembre y, por increíble que parezca, los descendientes de franceses, muchos de ellos ojos azules se movían al ritmo de la danza de los indios, “¡Cristo milagroso, padre celestial!”.

No es fácil entender que, los conquistadores para convertir a los indígenas, sus rezos (españoles) los adecuaron a las danzas mexicanas, pero en los casos de Coalcomán, franceses, españoles y hasta alemanes cayeron en la trampa: tuvieron que bailar la danza de los apaches.

Los actuales pobladores de Coalcomán, se sienten de sangre azul, de estirpe francesa, son racistas, “los indillos” es una expresión muy común y en el peor de los casos dicen, “el indito” lo que demuestra un desprecio a nuestros antepasados, “es una mierdita”, dan a entender.

La niña que quería conocer su cultura me pidió que viajáramos por la historia para entender porque somos así.

Nos remontamos a los siglos XVIII y XIX donde pudimos ver como los hijos de las vacas bermejas y con cuernos grandes, fueron asesinados y le robaron sus tierras.

Mi pequeña acompañante tez blanca y ojos verdes, no aguantó ver como sus bisabuelos se saciaban con la sangre de los indios. Llorando comentó “si ya acabaron con la cultura de tierra de Quacoman, con los naturales, en el siglo XX y los posteriores ¿cuál será nuestra identidad... ¿la de la sangre?”

Tenía razón la de los ojos verdes, rehacer en Coalcomán una cultura propia y bien definida, no iba a ser fácil.

Entonces volamos en el tiempo hasta el 2 de agosto de 1918, una estrella nos guió por entre la sierra madre del sur hasta el valle de Coalcomán. Unas cuantas casas de lo que hoy es el centro de ese pueblo, donde un pico de la estrella tomó dirección con más luz y se vio claramente hacia una casa, la de don Vicente, su esposa Lola estaba pariendo al último de 5 hermanos, que en el resto del siglo XX le daría al pueblo el sabor del arte y la cultura, las posadas, las que le dan identidad al pueblo de Natalio Vázquez.

El iniciador de las posadas, junto con su familia se trasladó a Colima en lo que pasaba la revuelta cristera, a su regreso aprendió mucho de Tulita Cerda que, junto a Pachita Torres llevaron a la práctica el canto, la poesía, pintura, decoración y la elaboración de coronas para muertos.

De esta manera la niña inquieta que me acompañó para revisar la historia, pudo sentir en carne propia como el dios de la cultura coalcomanense, en cada paso tejía el futuro de un pueblo, con la misma delicadeza del roció sobre la hierba.

Lo vimos haciendo proezas con la primera cámara fotográfica y por más de 60 años (¿de perfil derecho o de perfil izquierdo?), los adornos en la iglesia, los carros alegóricos. En la calle de la Canela, aún se respira el aroma del sácate, del exagerar en el adorno, la belleza, el amor acomodado en cada cuadro en las posadas.

¡Espérate!- me dice mi pequeña compañera- “¿cómo es que en Coalcomán, que todos tenemos al menos un familiar en Estados Unidos, no sigamos las tradiciones gringas, del papá Noel el viejo panzón que le dicen Santa Clous?”.

Le contesté a la preguntoncilla, que ese es uno de los legados del dios de la cultura, el darnos un instrumento cultural propio para mentarle la madre a lo que no es nuestro. Al decirle eso a la niña, salto en su rostro una tierna sonrisa como diciendo “eso nadie me lo había dicho”. ¿Por qué dios de la cultura? Es la siguiente pregunta de la pequeña. Tuve que explícale a la de los ojos verdes que en la historia de la humanidad, han existido los suficientes dioses, del agua, del fuego, de la lluvia, etcétera y que no había nada de malo crear un Ddios mitológico que nos recordara que somos pueblo.

Hoy somos como mínimo el Coalcomán de las posadas, además de que el sentirnos parte y unidad en cada calle, en cada caliente, en cada burrita, cada diciembre. Esa sublime existencia, solo un Dios generoso pudo hacerlo.

Solo la entrega total y desinteresada, como lo hizo nuestra leyenda, así, preocuparse cada año desde 3 meses antes de diciembre, para que la octava calle, la histórica Canela, luciera siempre radiante. Nunca le importó el bien material, lo que se recababa de la venta de las coronas de muerto se destinaba para comprar cosas necesarias para las posadas.

Si es cierto, el solo no hubiera hecho nada, el inicio de las posadas tuvo además del mitológico ser, el apoyo del Padre Amador Cárdenas, de Librada Ortiz y María Carrillo de la congregación de la hijas de María.

¿Cuando murió el dios de la cultura? Se hace la pregunta la niña, y desde luego que esa pregunta no se pregunta, un dios no muere, nació con mi pueblo y mientras viva la cultura del siglo XX, seguirá haciendo la mejor comida, echándole a las cazuelas puños de los ingredientes, a fin de cuentas “si va a morir Martha, que muera harta”.

Morir no es recomendable para nadie y menos si junto a la caja le dejan esas cortinas de la funeraria de Pepe Torres; por eso no puede nunca morir Alfonso Mora Mendoza.

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