San Mamisan.
Por Rafael Martínez Gómez 05-01-16
Ahí estaba el Chichalaco Cagado, sentado en la alta banqueta, en la media cuadra que lleva al saloncito en el que los Conafes, recordaríamos 31 años, de ser jóvenes estudiantes, en Patzcuaro cerca del monumento a Tanganzuán.
Que haces acá mi Chichalaquito? Le pregunté. El personaje de Coalcomán, mi pueblo, explica que el recorre seguido las calles de Patzcuaro y Santa Clara, de visita con su amigo Pito Pérez. Me pidió que platicáramos terminado el evento.
En el salón, después de 31 años de no vernos, se crisparon casi todos los pelos del cuerpo, algunos no se notaban porque son muy íntimos, pero casi todos. Al inicio parecíamos extraños, inseguros de estar conviviendo con los chiquillos de antes.
Luego de la incertidumbre pase a la vergüenza, cuando muchos que no identificaba, me hablaban por mi nombre o mi apodo. Entonces entendí que el mezcal no solo cura todo mal, sino que además destruye todas las putas neuronas.
Al salir del salón, seguí platicando con el personaje de mi pueblo, Samuel Mendoza, que curiosamente, murió haces los mismos años que nos separamos con el grupo de Conafes.
Le comente que a mis compañeros les vi un gran corazón, lloraban mucho, y no pude entender su alto grado religioso. El Chichalaco me da su versión de porque pasa eso:
-de niños somos muy inseguros, las lagrimas se nos sales de manara sincera y natural, le tenemos miedo a todo lo que no entendemos y nos hace fuertes creer en un Dios, de viejos pasa lo mismo y lo peor es que ya nos estamos acercando a muerte, tenemos terror de lo que viene… si supieran lo lindo que es estar en el mundo que yo vivo, nadie se aferraría a lo que le llaman vida.
Le dije a Samuelito que en ese momento tenía un problema, ya solo me quedaba dinero para regresarme a mi pueblo, que no quería pedirles apoyo para el hotel a mis compañeros, los cuales cada uno hizo el esfuerzo y gastos para venir algunos desde Estados Unidos.
No te preocupes-me dijo- acuérdate como viví todo el tiempo en la calle, y eso solo acelero mi viaje al mundo en donde ahora gozo de una enorme felicidad, ¡sea hombrecito!
De un costal de fertilizante, en el que carga su ropa, saca un pomo amarillo marca Mamisán, me sugirió untarlo en todo mi cuerpo y que me fuera a dormir debajo de un camión que estaba cerca del hotel.
Me despedí, diciéndole la frase que de niños le gritábamos para hacerlo enojar… nos vemos ¡Chichalaco Cagado!
-¡tu hermana a gatas y yo pegado jajajaja!- expresa despidiéndose.
Hice lo que me dijo, me acosté entre una especie de arena volcánica casi tierra y otro día temprano, contrario a lo que pensé, pude irme caminando a la central de autobuses…casi dan ganas de hacerle una cadena de oración al Mamisán jajaja.
Ahí estaba el Chichalaco Cagado, sentado en la alta banqueta, en la media cuadra que lleva al saloncito en el que los Conafes, recordaríamos 31 años, de ser jóvenes estudiantes, en Patzcuaro cerca del monumento a Tanganzuán.
Que haces acá mi Chichalaquito? Le pregunté. El personaje de Coalcomán, mi pueblo, explica que el recorre seguido las calles de Patzcuaro y Santa Clara, de visita con su amigo Pito Pérez. Me pidió que platicáramos terminado el evento.
En el salón, después de 31 años de no vernos, se crisparon casi todos los pelos del cuerpo, algunos no se notaban porque son muy íntimos, pero casi todos. Al inicio parecíamos extraños, inseguros de estar conviviendo con los chiquillos de antes.
Luego de la incertidumbre pase a la vergüenza, cuando muchos que no identificaba, me hablaban por mi nombre o mi apodo. Entonces entendí que el mezcal no solo cura todo mal, sino que además destruye todas las putas neuronas.
Al salir del salón, seguí platicando con el personaje de mi pueblo, Samuel Mendoza, que curiosamente, murió haces los mismos años que nos separamos con el grupo de Conafes.
Le comente que a mis compañeros les vi un gran corazón, lloraban mucho, y no pude entender su alto grado religioso. El Chichalaco me da su versión de porque pasa eso:
-de niños somos muy inseguros, las lagrimas se nos sales de manara sincera y natural, le tenemos miedo a todo lo que no entendemos y nos hace fuertes creer en un Dios, de viejos pasa lo mismo y lo peor es que ya nos estamos acercando a muerte, tenemos terror de lo que viene… si supieran lo lindo que es estar en el mundo que yo vivo, nadie se aferraría a lo que le llaman vida.
Le dije a Samuelito que en ese momento tenía un problema, ya solo me quedaba dinero para regresarme a mi pueblo, que no quería pedirles apoyo para el hotel a mis compañeros, los cuales cada uno hizo el esfuerzo y gastos para venir algunos desde Estados Unidos.
No te preocupes-me dijo- acuérdate como viví todo el tiempo en la calle, y eso solo acelero mi viaje al mundo en donde ahora gozo de una enorme felicidad, ¡sea hombrecito!
De un costal de fertilizante, en el que carga su ropa, saca un pomo amarillo marca Mamisán, me sugirió untarlo en todo mi cuerpo y que me fuera a dormir debajo de un camión que estaba cerca del hotel.
Me despedí, diciéndole la frase que de niños le gritábamos para hacerlo enojar… nos vemos ¡Chichalaco Cagado!
-¡tu hermana a gatas y yo pegado jajajaja!- expresa despidiéndose.
Hice lo que me dijo, me acosté entre una especie de arena volcánica casi tierra y otro día temprano, contrario a lo que pensé, pude irme caminando a la central de autobuses…casi dan ganas de hacerle una cadena de oración al Mamisán jajaja.
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